Odié cada minuto de entrenamiento, pero me dije: «no abandones, sufre ahora y vive el resto de tu vida como un campeón». – Muhammad Ali
El boxeo es uno de los deportes más antiguos que se conocen: ya se practicaba en la antigua Grecia, aunque los registros indican que era mucho antes. Se popularizó y especializó en todos los niveles a finales del siglo XIX, convirtiéndose en uno de los deportes más populares. El boxeo empezó siendo una actividad masculina, pero no es hasta nuestros días que la mujer ha alcanzado la gloria, consolidando a grandes guerreras del ring.
El pugilismo es un deporte marginal cuya legitimidad a menudo se cuestiona. Su propósito explícito es destruir el cuerpo del enemigo, a diferencia de lo que sucede en la mayoría de las otras disciplinas, donde la violencia se disfraza o disminuye, y el objetivo no es un cuerpo en competencia con otros. El boxeo expresa su relación con el espíritu guerrero de una manera muy franca.
Hortensia Moreno, delimita en uno de sus trabajos académicos que el boxeo no es teatral; «su violación del tabú en contra de la violencia […] es abierta, explícita, ritualizada, y […] rutinaria» (Oates, 2002: 106). En el ring se cumple lo que Thomas Hauser denomina la ley básica del hombre: «si vas a derrotar a otro hombre, derrótalo completamente» (Hauser, 2000: 7). En su trabajo académico se concluye lo que se repite con frecuencia, el argumento de que se trata de una «violencia controlada», una expresión reglamentada de la agresión que, al ser asimilada por la cultura, se legitima a sí misma.
Este maravilloso deporte que también ha escrito sus páginas en las justas
olímpicas tiene una mística e inclusive característica legendaria, esa relación ó dúo entrenador-pupilo.
La académica arriba mencionada, recalca que la técnica se transmite «cuerpo a cuerpo»: es una disciplina que requiere la presencia del entrenador como agente del conocimiento corporal, y de compañeros aprendices con quienes se ensaya y se repite cada detalle de una minuciosa preparación. Estos dos factores conjugados —entrenador/pupilo—, indispensables para la pedagogía boxística, estructuran el entrenamiento como una práctica que requiere condiciones espacio- temporales muy especiales.
La constitución del gimnasio como un lugar social de índole específica, en donde no cualquiera puede o quiere entrar. Los límites del gimnasio no son nada más barreras físicas (puertas, paredes, marcas materiales), sino sobre todo barreras simbólicas, prohibiciones explícitas rigurosamente observadas por propios y extraños, que no sólo delimitan con claridad un «adentro» y un «afuera», sino también áreas internas de diferente acceso, en función de una inflexible jerarquía dentro del grupo que establece el sitio que cada quien puede ocupar.
En el mundo, en diferentes espacios boxísticos y de la mano de grandes entrenadores se ha consolidado esos dúos hasta el grado de que estos individuos sean vistos como leyendas, creando modas, estilos e historias que han trascendido tiempo y espacio.
El boxeo en México es un deporte de tradición, es bien sabido que nuestro país es una tierra que ha dado grandes peleadores, es un deporte de combate y por tradición mexicano, ya que es una de las disciplinas que más se ha destacado en nuestro país. En las próximas entregas trataré de presentar a algunas leyendas de este deporte quienes nos regalarán sus vivencias y sus opiniones.
En Quintana Roo, se tiene una cultura boxística, una historia, un presente y un futuro, nuestros funcionarios del área del deporte sabrán seguir consolidando al pugilismo, Mara Lezama será nuestra guerrera en temas deportivos. Dicen por ahí: “lo que bien comienza, bien termina”, y este capítulo es el gran principio de muchos
éxitos y de logros por el bien de Quintana Roo. ¡Sí al depor-te! ¡Sí al deporte! ¡Sí al deporte!